Esta semana veía la luz un artículo científico publicado por el International Journal of Enviromental Research and Public Health del malagueño Manuel Jiménez, Doctor en Fisiología Humana y Ciencias del Deporte, junto a varios colaboradores, titulado "Diferencias en la respuesta de estrés psiconeuroendocrino de nadadores jóvenes en función del estilo autocrático o democrático del entrenador". En él se ponen de manifiesto los diferentes efectos que tuvo la dirección del entrenamiento por parte de estos dos tipos de entrenadores (autoritario o democrático) sobre el grupo de estudio, centrándose, principalmente, en la producción de niveles de Cortisol (hormona del estrés) durante las sesiones de entrenamiento. El impacto en la secrección de Cortisol ante el modelo de dirección autoritario fue mayor. Algo, en apariencia, evidente para los que nos dedicamos al proceso de enseñanza- aprendizaje y que con estudios así se demuestra, pero que si se sigue aplicando es porque muchos educadores, formadores y entrenadores confían en su impacto. Como siempre, desde la ignorancia y con la base de la experiencia, pongo sobre la mesa un debate, para mí, interesante. Posicionarse, como de costumbre, no es lo más importante, aunque me posicionaré. Desde mi opinión, merece una mirada desde lejos para observar, entender y comprender los diferentes puntos de vista y poder así sacar conclusiones que nos ayuden a poner en práctica nuestra labor de la manera más efectiva.
Por un lado, tenemos que tener en cuenta que esto ambos estilos (y los diferentes "grados" en la forma de dirigir que hay entre ellos) coexisten, no solo en diferentes entrenadores, sino incluso en el mismo entrenador. Hay momentos en los que nos mostramos más o menos autocráticos o más o menos democráticos, por consideración propia, obedeciendo a experiencias propias, momentos determinados o situaciones en las que preferentemente deseamos ciertas respuestas en nuestros alumnos en lugar de permitirles desarrollarse en libertad plena en el contexto que sea. Al fin y al cabo, "dirigimos", y eso demanda el mando directo en ocasiones, por mínimo que sea su concurso; por otro lado, si coexisten, es porque lo vemos necesario, y esa necesidad surge en gran medida por ensayo- error de los propios técnicos a lo largo de nuestra carrera y la influencia de modelos de enseñanza propios, unidos a infinitos factores colectivos e individuales, propios de la cultura y la herencia. Solo evoluciones lentas e impactantes a lo largo de los años podrán hacer cambiar actitudes generales que, de hecho, son palpables si echamos la vista atrás y vemos cómo era la educación y los métodos de enseñanza- aprendizaje de los que tenemos a mano: padres y abuelos, sobre todo. La cosa ha cambiado, eso no se le escapa a nadie.
De este modo, lo que me pide el cuerpo, una vez puesta sobre la mesa esa idea inicial, es conocer el impacto que tienen cada uno de los modelos que tenemos en nuestra mano aplicar para elegir el que a cada uno más le convenza. Al fin y al cabo, conociendo de manera más concreta, gracias a estudios como este, lo que más o menos intuimos algunos (yo así lo sentía ya) podemos hacermos responsables de lo que estamos aplicando, a sabiendas de que nuestro impacto tendrá un efecto u otro en función de cómo transmitamos la información. Y ahora, con esto (como con más estudios o pruebas empíricas, seguro), sabemos que podemos ser un factor estresor más a añadir al deportista y al alumno si obramos de una manera autocrática en el trato.
Como entrenador de fútbol me pongo en alerta ante ese impacto a nivel emocional que podemos tener pues, al fin y al cabo, somos humanos igualmente, sea cual sea el deporte o la actividad que practiquemos durante ese proceso profesor-alumno. Dando por hecho que los efectos son iguales en nuestros chicos, y atendiendo a todo lo expuesto, siento que no podemos hacer afirmaciones válidas para todos los contextos (otra obviedad, lo siento). En el fútbol base, hasta la edad en la que yo considero que puede empezar el alto rendimiento (15-16 años) tiene mucha importancia para mí el tema en cuestión. La selección natural se va a hacer sola y someter a un estrés de adulto o de profesional a un niño, ya sea a través del modelo de enseñanza, ya sea a través de la exigencia del resultado, entre otros factores posibles, es innecesaria. Llegada esa edad, los que estén para el alto rendimiento van a tender a él, pero la mayoría, la inmensa mayoría, ese 99% que no alcanza la excelencia, deben seguir con sus vidas y que su relación con el deporte y la actividad física sea agradable es un punto de apoyo más para su desarrollo humano. Se exige, en estas edades, más si cabe, una conciencia del tecnico, docente o profesor en torno a su papel motivador más que estresor (la competición y su entorno ya hacen de estresores, gracias), creativo por encima del destructivo, y favorecedor de entornos donde el desarrollo siga el curso que deba seguir, no el que está en nuestras mentes, coartando; en el alto rendimiento, sin embargo, aquí el impacto de modelos directivos más estresores puede generar mejoras en algunos deportistas: es clave conocer a la persona. Mientras unos futbolistas no aguantan la presión y reducen su rendimiento en competición con respecto a valores de entrenamiento, otros crecen con ella; si bien algunos necesitan un estímulo de cariño y cercanía, otros solo responden si se les pone entre la espada y la pared. Ese factor humano es el que necesitamos conocer y, seamos autocráticos o democráticos, mi experiencia me dice que es capital acercarse al ser humano y abrirse a lo que necesite para, desde ahí, ponerse a su disposición de la manera que sea.
Desde mi punto de vista, y comentándolo con el propio Manu y otros colegas, si bien en fútbol base hay poca divergencia, la línea a seguir en élite no parece tan clara. Si el rendimiento es el objetivo, y este depende del resultado, la experiencia nos dice que los modelos autocráticos generan un rendimiento mayor a corto plazo. La cultura influye (países que vienen de regímenes comunistas o de enseñanzas muy deterministas demandan estilos autocráticos, mientras países con décadas de democracia o climas donde las relaciones humanas son más cálidas exigen diferentes tratamientos y el mando directo no tiene tanto impacto); el momento, influye. No es lo mismo una situación límite donde el jugador se pone en manos de quien sea y hace lo que sea por salir de donde está que cuando la temporada aún no ha empezado; la historia del club también influye. Hay lugares donde cambiar lo que se venía haciendo es sinónimo de fracaso, mientras que en otros se dan tumbos sin una referencia clara; los modelos más democráticos requieren procesos largos, puestas en común, llegadas a acuerdos, organización de todos en un modelo propio que aúne a la totalidad, y eso no suele ser típico, actualmente, en un negocio donde el tiempo apremia.
Sea cual sea el modelo o la gama de grises entre este blanco y este negro, yo apuesto por el conocimiento de los seres humanos con los que trabajamos. A nivel colectivo, para apostar por un modelo propio que coja lo mejor de cada uno para lo que ese grupo concreto demande y, a nivel individual, para darle a cada jugador su propia medicina. Su palo o su caricia, lo que mejor le venga. Lo que pida. Si me tengo que posicionar, mi experiencia me dice que solo con ese arduo trabajo de conocimiento del prójimo (en este caso, del jugador con el que trabajamos) podemos llegar a saber qué modelos aplicar dentro y fuera del terreno de juego. Eso, sin duda, sí que requiere tiempo, inevitablemente, pero es necesario y no hay tiempo más precioso y mejor empleado que aquel invertido en relaciones afectivas que nos hagan crecer a ambos (jugador y entrenador), pese a que los resultados tarden en llegar. Estamos vivos para vivir. Todos queremos ser felices con lo que hacemos. Los resultados, placeres efímeros fuera de nuestro control, nunca dejarán tan satisfecho al espíritu como el tiempo compartido en la evolución de otro ser humano. Eso es vivir. Eso es plenitud y felicidad. Eso, en definitiva, sí que es una auténtica victoria.
Que tengas una feliz semana.
Mucha Vida. Mucho Amor. Mucho Fútbol
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