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Confianza ciega

Decía en el artículo que abría este blog de mi nueva web, de mi nueva etapa, que nacía con vocación de servicio, con vocación de ponerme a disposición del prójimo para sumar en su experiencia, para acompañarle en su transitar por este camino empedrado de experiencias amontonadas, unas encima de otras, aleatoriamente dispuestas, causalmente aprehendidas. Tras el ofrecimiento, dos valientes levantaron la mano en Twitter solicitando más información sobre cuantificación de carga táctica (Dani, excelente jugador de fútbol al que tuve la suerte de entrenar en Talavera, en 3ª división) y gestión de grupo (Jorge, un joven técnico que sigue mis publicaciones). Sin duda, dos temas que dan para horas de conversación. Y hablaremos sobre ambos. Seguro. Solo os pido que me deis esta carta de presentación de los propios temas para contextualizar nuestra labor como técnicos.


Cuando presentaba en público la web, la propuesta a los técnicos, colegas y seguidores fue la de recibir ideas sobre temas que alimentaran semanalmente este espacio. En esa coherencia, si lo que demando es participación, lo único que cabe es responder a esa demanda, sin vacilar, sin llevarme cada artículo por donde me apetezca a mí. ¿Para qué? Para que la gente que lo lea reciba lo que desea, lo estudie con interés, responda con pasión. No hay mejor motor. Y es que el protagonista de la web, de las redes sociales, del blog, no soy yo, sino tú, lector. Y entendiendo eso, cobra todo el sentido que mis intereses pasen a un segundo plano en pos de los verdaderos referentes de cada publicación. Cuando el sentido de algo está relacionado con la esencia de eso mismo (en este caso, disfrutar compartiendo información, reflexiones e ideas) y su desarrollo sirve para los que van a recibirlo, estamos en el camino. Da igual que a mí me apetezca más escribir sobre otras cosas. Y eso ocurre en el fútbol. Eso ocurre en la vida.


La llegada a un vestuario nuevo convierte al alma en una batidora de emociones y sentimientos. La mente se ocupa de racionalizar un proceso en el que las emociones, como siempre, van por delante cortando la broza para que la razón pueda desarrollar su labor sin interferencias, sin cambiar el paso, sin molestias. Las emociones del entrenador. Los sentimientos de los técnicos que afrontamos, cada cierto tiempo, un nuevo comienzo para sustituir, sin margen temporal, con todo en marcha, a un compañero al que las cosas no le han ido como esperaba y al que la trituradora del resultado ha hecho papilla antes de poder ver un resultado final que, de manera objetiva, pusiera referencia a los logros conseguidos. Lógica interna (por desgracia, para mí) del fútbol, pero que, visto positivamente, permite que trabajen más entrenadores por temporada (aunque trabajen menos). De cualquier manera, este no es el núcleo de mi disertación. Daría para mucho más. A donde quiero llegar es que esas emociones y sentimientos nuestros no llegan a traspasar la línea de cal. No saltan al césped. Es la comprensión de las de los propios futbolistas la realmente importante y en eso me ocupo cada vez más para hacer la vida de los demás más fácil. Solo aceptando las realidades individuales y poniéndome al servicio del jugador para que se exprese a través de los contextos que yo le proponga saldrá lo mejor de él. Y para eso hay que ceder el protagonismo. Para eso hay que dejar de ser "egoentrenador" y disfrutar con alumbrar a los fenómenos futbolísticos a los que entrenamos, de potenciales que ni ellos mismos pueden imaginar; potenciales, sí, que emergerán, en mayor medida, cuanto mayor sea la superficie alumbrada de su aura. Si esa es mi labor como técnico, y aquí todos somos gente del fútbol, en cualquier categoría, sirva esta analogía para justificar la necesidad de darte lo que quieres, lo que te gusta, lo que deseas, pues sin duda será acogido por tu parte con pasión y entusiasmo, ingredientes estos determinantes para que lo que contiene te lleve a un nivel superior al que traías. Como al jugador le lleva la escucha consciente, la observación sin juicio, la evaluación compartida y, sobretodo, la puesta en sus manos de las herramientas necesarias para que saquen el diamante en bruto que reside en su interior, y que son, simplemente (dentro de tanta complejidad, eso siempre): un balón, dos equipos y la confianza ciega en que lo que saldrá de esa batidora será la más sabrosa de las ambrosías.


Mucho amor (A), mucha vida (V) (y mucho fútbol-F-)

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