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"El fútbol tiene música"

Actualizado: 13 jul 2020

A poco que hayas leído alguna de las entradas de este blog, habrás reparado en el uso recurrente que le doy a algunas frases de canciones. La memoria a largo plazo almacena, de tanto repetirlos, de tanto escucharlos, latiguillos que, con el tiempo, si no reparo en ellos, se me pueden camuflar en el cajón de sastre del cerebro de manera que resulte difícil encontrar su procedencia. Con un poquito de esfuerzo y la melodía, que viene sola, el tema y el autor regresan al mundo de los vivos de inmediato procedentes del limbo desde el que se aparecían.

Hace unos años, José Antonio Martín, “Petón”, tenía un programa de radio, El fútbol tiene música, que me enganchó durante muchas noches de aquellos primeros años de entrenador. Aunque el contenido tenía otro enfoque, me ha parecido divertido traerlo hoy aquí, en parte para homenajearlo (te invito a que busques información sobre él en la red), en parte porque el artículo, tras un parón de dos semanas en la escritura (entiende que también viene bien, de vez en cuando, un descansito), quiere tener a la música como catalizador de reflexiones. De reflexiones sobre fútbol, claro está.

“Volver a empezar”, eso es la vida, eso es el fútbol. Una concatenación de inicios y finales que no cesan de la que no estamos salvados… si es que estamos en esto. La vida, afortunadamente, no deja de empezar, una y otra vez. Al que le agobie la incertidumbre, mi más sentido pésame; al que, sin agobiarse, se relaje por la comodidad de estar en un lugar en el que se siente a gusto, mi llamada de atención: cuidado, solo está en equilibrio el que está muerto. Y es que “el equilibrio es imposible”. La homeostasis, propia de la vida misma, desde la de la célula mononuclear hasta la del ser humano y el complejo universo, solo expresa una búsqueda de una estabilidad que nunca se logra y que, en consecuencia, conduce a sus sistemas a compensar los desequilibrios y autoorganizarse para seguir viviendo. Dentro del campo o fuera de él, el entrenador está sometido a cambios que exigen una adaptación para sobrevivir. Cambios de equipo, cambios de compañeros; vuelta a unos comienzos que, quizás, ya no tengan nada que ver con aquellos que fueron en origen, si es que hablamos de su sentido. “Puedes encontrarme cerca del final, porque todo empieza cerca del final”. El miedo a soltar la mano de la seguridad que nos acompaña hace que, a veces, se renuncie a vivir cosas nuevas que traerán otros resultados, otras experiencias, otras vidas. En una existencia sin principio ni fin, tenemos la posibilidad de encontrarnos en la casilla de salida para encarar nuevos retos cuando, por otro lado, las creencias más limitantes tiran de nosotros para aferrarnos a eso que ya es el final; final que todos sentimos, pero que todos negamos desde el rival del amor, el maldito (o bendito, según como se maneje), miedo.

Estoy seguro de que, si no ya, pronto sentiré que estoy “en casa otra vez”. En el lugar donde nací; el lugar que buscamos incesantemente hasta que nos damos cuenta de que no hay que buscarlo. Esa paranoia nos aleja, pero abracémosla: es necesaria. Se necesita para darse cuenta, si uno no está muy avispado (y son pocos los tocados por la varita…) de lo que de verdad importa. Ese “camino de las utopías” que encaramos cuando dejamos de tener al ego como el amigo abusón, cabroncete, del que tememos alejarnos por no recibir una hostieja si no le dejamos nuestros juguetes, si no le seguimos en sus picias callejeras; el ego, como ese pobre chaval que esconde su falta de amor y su baja autoestima en la agresividad y el control, se desmonta cada vez que dejamos de identificarnos con referencias externas como las que, más que nada en la vida, a mí, en el fútbol, me han hecho perseguir embobado el brillo del oro que reluce. “Cuidado con las expectativas”. Cuidado con esa referencia externa, que no eres tú, que no es lo que tú proyectas en lo que hay enfrente. Sé que es fácil decirlo. Tengo una nota muy alta en rumiar pensamientos tóxicos y en esperar consecuencias que me agradan; a mi favor, también te digo, destaco la capacidad de salir a toda leche del vaso de agua en el que me ahogo y en usar objetivos a corto, medio y largo plazo, exigentes, para sacar lo mejor de mí mismo. Pero, en mi opinión, por encima de todo, lo que es sano de verdad es cambiar el esperar cosas por el dejarse sorprender.

Tras los años más potentes de mi vida (por todo: hasta lo doloroso ha cobrado con el tiempo un sentido que, a veces, por esa ansiedad y esa resistencia a soltar lo que tenía, no dejé emerger), hoy se cierra un ciclo que me ha llevado a conseguir mi sueño y a tomar conciencia de mi sombra. El fútbol se autonombró protagonista principal de esta película para acaparar la iluminación de las luces de neón. Sin emabrgo, solo era una forma de desviar la atención. Detrás de eso se proyectaba un guion con muchísimo contenido. Un contenido en el que, para el crítico de verdad, el que sabía entender la idea del director, el fútbol solo actuaba para que se pudiera entender la trama. ¿El final? Como siempre, “prometo estarte agradecido”.

“… Y la vida siguió como siguen las cosas que no tienen mucho sentido”.

Que tengas una feliz semana.

Mucha Vida. Mucho Amor. Mucho Fútbol

Dedicado a Ángel Álvarez.

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