La competición avanza y las exigencias demandan cada vez mayor implicación física y mental en la tarea diaria. Pero aquí estoy, una semana más, dispuesto a abrir un surco nuevo en tus rutas neuronales habituales. Dejar esos caminos concurridos y recurrentes que te llevan a los lugares de siempre para perderte, a propósito, por otros lares sin rumbo fijo, sin destino marcado, sin final aparente. Esas nuevas conexiones surgirán si sacamos a nuestro sistema nervioso central de la comodidad, conscientemente, para incomodarnos al nivel que sea. Motora, cognitiva, neural o social (todo es lo mismo, todo se da a la vez, pero nos gusta diferenciarlo y nos facilita la comunicación, no sé si la comprensión o el entendimiento), por decir alguna, cualquier forma de autoestimularnos puede ser efectiva. Y yo, desde estas páginas, tengo al fútbol como excusa.
Está costando pero voy logrando sumarte, lector, poco a poco, a la iniciativa de plantear temáticas para mis artículos. A las propuestas de balón parado y de la preparación del portero de las pasadas semanas se ha unido la petición de otro colega por las redes para hablar de la intervención del entrenador durante el partido, así como una serie de dudas y reflexiones de un grupo de entrenadores de Málaga que ven interesante el debate en torno a ellas:
Dejar el ataque al servicio del talento o no.
Cómo trabajar el ataque organizado en el fútbol profesional.
Qué aspectos del rival condicionan tu manera de defender.
En base a qué posicionar en bloque alto, medio o bajo y, según actitud, en defensa reactiva o activa.
Importancia de sumar jugadores en fase de finalización (cómo, cuántos, cuándo).
Comó trabajar la presión en defensa organizada, en base a qué orientar por dentro o por fuera, y cómo trabajar trayectorias de acoso con el jugador.
Preguntas, todas ellas, que me obligarán a incomodarme para tener que pensar en cómo darle respuesta, ya sea con sensaciones, experiencias u otras preguntas (nunca con aseveraciones contundentes: ya sabes que nada sé, esa es la única certeza), a lo que estos colegas plantean. Yo me animo y me comprometo a buscar una manera diferente de enfocarlas. ¿Te animas tú a dejarme otras cuantas dudas y reflexiones esta semana a través de las redes? Seguro que las inquietudes individuales no se resolverán (es una ilusión) pero generarán en todos nosotros una sabiduría colectiva, nuevas dudas, fractura con creencias y una apertura a nuevas vías que antes no nos habíamos planteado. Y, hablando de sabiduría... Hay algo que últimamente va tomando sentido en mí y que quería compartir contigo, a colación de todas esta preguntas, ideas, planteamientos o formas de entender el fútbol que nos llevan a disertar y a cuestionarnos nuestra tarea. La sabiduría en sí, la maestría, eso que no se puede transmitir y que se alcanza a través de la experiencia, de las vivencias, lejos de encerrarse tras las verjas del conocimiento, tiene su semilla en la toma de conciencia de que todo lo que aprendemos, todo lo que nos enseñan, toda la información que almacenamos, toda, es falsa. No hay nada que aprendamos de manera intelectual que no sea una transmisión de la teoría o la práctica de otro que, ya sea por ensayo- error, ciencia o empirismo (o causalidad-causalidad, elige tú) ha tomado ese camino, el cual podría ser otro, también válido para el objeto en cuestión, pues infinitas son las soluciones posibles ante cualquier contingencia o planteamiento.; incluso lo que aprendemos en la práctica es tan solo nuestra experiencia, y dista de serle útil, de manera universal, a todos los demás siempre. Habrá a quien sí, habrá a quien no, y habrá a quien más o menos. De esta manera, vivimos desde que nacemos en tres grupos (o equipos, utilizando un símil futbolístico) diferentes: el grupo de los inocentes, el de los ignorantes y el de los sabios.
El que no tiene información es inocente. Eso no es óbice para que la realidad le arrolle o para que su falta de conocimiento le exima de responsabilidad; pero el que tiene alguna información, por poca que sea, ya tiene algo que tomar como "verdad". Si se identifica con ella o la toma como tal, se convierte en un ignorante por el mero hecho de obviar que lo que da como verdad es solo una realidad de las infinitas posibles, haciendo su identificación con ella que no pueda aspirar a cualquier otra; sin embargo, en el momento en el que nos damos cuenta de que nada de lo que sabemos es cierto, de que tanto la información como el conocimiento que hemos mamado, que hemos engullido, que hemos dado por cierto, incuestionable o poco cuestionable, y defendible desde nuestra identificación con él, es mentira (pues hay otras realidades que lo refutan o que también son válidas) hemos abierto la puerta al sabio que todos tenemos dentro. Según esta visión (que, por supuesto, no tiene por qué ser cierta), ¿en qué equipo te gustaría jugar?
Mucha Vida. Mucho Amor. Mucho Fútbol.
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