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Entrenar lo entrenable

Porque no todo es entrenable. ¿Estamos seguros?


Si me hacía falta poca motivación para el día a día con todo lo que tengo por delante, empezar la temporada ganando ha sido una inyección extra para la semana en que volvíamos a La Rosaleda después de aquella noche mágica del mes de junio. Empate con un juego atractivo y dominador, y una hinchada volcada, como siempre (no fallan), en animar a los chicos. Tiene muy buena pinta esto.


En lo que respecta a las entradas semanales, lector, proponía la semana pasada que me fueras dando ideas para escribir, en los próximos artículos, sobre lo que te interesara, y así aportarte contenidos significativos, cosas que sigan sumándote. Esta semana, al hilo de un amable seguidor que disertaba sobre las acciones a balón parado, hablaré de lo que es entrenable y lo que no.


Carlos Martínez, mi profesor de Fútbol en la Maestría de Alto Rendimiento del INEF de Madrid, nos dejó, a todos los que fuimos sus alumnos, un latiguillo que solíamos utilizar habitualmente durante la carrera (y años después...) relacionado con las acciones, habilidades y con los patrones motores que eran mejorables. Cuando algo, en su opinión, podía hacerse, de alguna manera, de forma más efectiva o con mayor eficiencia, siempre decía: "¿Es entrenable?". Si lo era, a por ello. A practicarlo.


Hablaba Pinker, el neurocientífico, en su libro "La tabla rasa", sobre la genética y la epigenética. Disertaba sobre si todo está en nuestros genes o es moldeable con el ambiente. Y las dos cosas deben de ser ciertas, e imprescindible es que se den simultáneamente, sabe Dios en qué medida... Su ejemplo de los gatos es tan explicativo que no se me olvidará jamás. Podrá, el gato, imitar habilidades de todo tipo, viviendo con humanos, que le llevarán, al reproducir esas conductas, gracias a su programación (genética, biológica, ADN), a aprender a abrir una puerta, a hacer sus necesidades en zonas habilitadas, o a comunicarse con maullidos... Sin embargo, por mucho que imite a humanos, conviva con ellos o se involucre en las relaciones con ellos, nunca podrá hablar. Y no podrá hablar porque no está programado para ello. Todo lo que su potencial le permita, por supuesto, podrá ser entrenado. Pero solo eso. Nosotros, igualmente, nunca sabremos cuál es nuestro potencial como humanos. O eso creo. Dudo de que podamos vivir los años suficientes para practicar todo aquello en lo que podemos ser más virtuosos de lo que somos ahora. Es un tema interesante.


En nuestro caso, todo esto venía para intentar entender si el balón parado era mejorable. Y yo digo que sí. Me cuestiono si hacemos las mejores tareas para mejorarlo, por supuesto, pero esto del entrenamiento es así, por muchos años, teorías y prácticas que acumulemos: un ensayo- error constante. En esto tengo que explicar algo importante. El balón parado es una acción muy fácil de mejorar por su inicio, pues es cerrado. Siempre es parado, y el contexto siempre está "casi" igual. Y digo casi porque, aunque el punto de penalti, por ejemplo, siempre está en el mismo sitio, o el del lanzamiento de córner, o la barrera no oscile más allá de los 9,15, el entorno puede ser de frío, calor, lluvia, balón ligero o pesado, marcador a favor o en contra, o con público de casa u hostil...¿Empezamos a ver que lo que era cerrado y sencillo empieza a complicarse? Pensemos, ahora, no solo en el penalti, con toda la dificultad que entraña. Vayamos al tiro libre de baloncesto. En el primer tiro de los dos que se hacen por faltas personles, habitualmente, ni siquiera hay rebote. Más cerrado, imposible. Sin embargo, su entrenamiento no puede ceñirse solo a tirar y tirar. Lo emocional vuelve a ser determinante. El entrenamiento del balón parado en fútbol entraña múltiples componentes: el origen cerrado de la acción, el final abierto, el contexto que afecta emocionalmente al que ejecuta (y a los que rematan o defienden, en su caso), el espionaje rival que anticipa movimientos para neutralizar ataques o aprovechar debilidades... y, con ellos, el entrenarlo en condiciones ambientales, es decir, con oposición (¿y público presionando? Imposible de simular...) o sin rival, o haciendo que el lanzador afine la precisión, ya sea solo o con referencias externas. Los movimientos de los que rematan o defienden, las zonas de influencia...todo se tiene en cuenta. Son múltiples los métodos. Ahora mismo, en mi cabeza, el entrenarlo en condiciones competitivas, con dos equipos enfrentados, parece tener más sentido. Sin embargo, eso no es óbice para que se marquen situaciones de partida y de llegada de manera más analítica o se practiquen lanzamientos donde no haya oposición. En los primeros casos, si se enfrentan en un entrenamiento dos equipos, entiendo que debe hacerse lejos de la competición (del partido anterior y posterior), pero si no se tiene mucho tiempo, sobre todo con jornadas entre semana o poca recuperación, entrenarlo de manera conceptual no parece ser mala opción en la práctica. Acudamos a las estadísticas y observaremos que los equipos necesitan casi treinta córners para hacer un gol, y hasta casi cuarenta los menos efectivos. Ese rango de eficacia oscila pero cada año se repite este patrón. ¿Habremos llegado a un límite? Tanto en el balón parado como en cualquier otra acción de juego creo que no. Y son tantos los factores que influyen en ello que podemos considerarnos unos ignorantes que aprendemos cada día algo nuevo acerca de cómo entrenar, cómo sacar más rendimiento a nuestros chicos, cómo desarrollar sus potenciales...Siempre lo mismo, pero siempre diferente. Ahí está el atractivo de este deporte (no hablo del fútbol, que también. Hablo del deporte de vivir).


Que todo es entrenable es mi punto de partida. A los hechos me remito. Es complicado encontrar algo donde yo haya llegado a mis límites. No voy a probar a volar. Más que nada, por precaución. Pero sí me siento, cada vez más, libre para experimentar cosas en todos los aspectos que me lleven a probar mis potenciales, a dónde puedo llegar. Llevado por la pasión, por lo que me divierte, todo fluye con mayor facilidad y me resulta sencillo someterme a la presión de salir de la comodidad para experimentar mejoras (desde lavar mis dientes con la mano izquierda o conducir por otro itinerario diferente al habitual, hasta aprender nuevos deportes, idiomas o tocar instrumentos sin tener ni idea de solfeo). Mejoras que incidirán en que la plasticidad de la que hablan los expertos sobre nuestro cerebro haga crear nuevas conexiones neuronales generando que ese maravilloso órgano crezca (porque crece) y evolucione en su ya compleja red de intrincados caminos que se cruzan, juntan y separan en una explosión de células que se retroalimentan, se activan e interactúan en todos los sentidos y direcciones. Algo clave para una vida saludable, para vivir siendo joven a pesar de la edad y, sobre todo, para disfrutar de cada momento por estar en plenas condiciones de presenciar el milagro de la vida. No solo de fútbol vive el hombre, y no solo es importante entrenar el balón parado. Sin duda, como ya hago, como ya hacemos, seguiré aplicando la experiencia propia y los conocimientos de los "señores listos con gafas"  a los que tanto debemos, y que alumbran nuestro camino con sus estudios y manuales, para seguir mejorando, para seguir entrenándome a mí, en lo mío, y a los chicos, en el fútbol, y así continuar estimulándonos, cada día, empujando un poquito más allá de donde están ahora los niveles de cualquier habilidad, y así nos acerquen a nuestros potenciales individuales (algo que, inevitablemente, también, nos acercará a los colectivos).

Mucha Vida. Mucho Amor. Mucho Fútbol

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