Al hilo de unas ideas aportadas en redes sociales por un colega a raíz de un podcast donde se hablaba de los momentos del juego, recupero, por su mención, lo vertido en un artículo mío publicado hace más de nueve años en torno a las transiciones. Revisar pasado tanto tiempo creencias de aquella época concreta me hace reflexionar acerca de dónde estaba con respecto a donde estoy ahora. Y eso me vuelve a poner de manifiesto que ninguna de las ideas que tenemos tiene demasiada importancia. Que solo son eso, ideas. Ideas que no existen pues expresan nuestra realidad (la que sea, la de cada uno, la de cada contexto) de la mejor manera en que sabemos hacerlo. Ideas, nada más. Maneras de poner en palabras lo que percibimos, sentimos o vivimos, y que, si somos conscientes, no pueden alcanzar a reflejar la totalidad de lo que tenemos en la cabeza. Vaya esto por delante, además, para confirmar que si en aquel momento pensaba una cosa y ahora pienso otra, sobre lo mismo, será porque defender aquella idea (como cualquier otra) no tenía demasiada importancia y que si, ahora, esa misma idea no me "resuena", defender la que ahora tengo tampoco la tiene. Eso que tanto me gusta (ahora) de la inocencia, la ignorancia y la sabiduría, ya sabes. Pero entremos en faena.
En aquel artículo hablaba de que las transiciones no existen pues son ya el juego en sí, y de que cuando perdemos o recuperamos el balón estamos, indefectiblemente, intentando recuperarlo o progresar, respectivamente. Entender esa transición como una fase entre perder o recuperar la posesión y defender o atacar de un modo posicional "chirriaba" en mí pues, en todo momento, o estás con el balón o estás sin él: no hay partes entre medias. Y era, sobre todo, un tema de lenguaje, conceptual. Y es que el debate venía por la complejidad y por entender el juego como un continuum. El artículo está ahí. Se puede recuperar en cualquier momento. Mi intención hoy es la de transmitirte cuál es mi idea actual, ver cómo entrenar lo que, se llame como se llame, comentaban los colegas en el hilo mencionado, y percibir las diferencias que, a nivel intelectual y práctico, se ponen de manifiesto cuando echas la vista atrás y te das cuenta de que lo que pensabas en un momento de tu vida ha cambiado hacia otro lugar, hacia otro punto de vista. O no. Y observar, ya con perspectiva, que ninguna de las dos cosas es buena o mala. Son, ambas, simplemente, una consecuencia de las experiencias, el aprendizaje y la evolución.
Lo que representan las transiciones actualmente para mí es la manera de expresarme con los que entienden este concepto que yo aprendí como contrataque, ya sea tras perder el balón o tras recuperarlo. Hacerme entender, vamos. Con el futbolista, sobre todo, es una manera de expresarme que está habituado a escuchar y que nos permite saber a ambos de qué estamos hablando. Cuando le comunicamos (el cuerpo técnico) información del rival o del análisis propio, solemos hablar, cuando tenemos el balón, de lo que ocurre cuando recuperamos y atacamos con premura buscando progresión rápida porque el rival está desordenado (le llamamos contrataque) y de cuando el rival está colocado por detrás del balón y debemos atacar posicionalmente (ataque organizado). A la hora de ofrecer imágenes, diapositivas o montajes es muy didáctico; lo mismo ocurre cuando no tenemos el balón, pues aglutinamos la información en lo hace el rival cuando perdemos si estamos desordenados (transición defensiva), es decir, el contrataque, pero en contra, y de lo que ocurre cuando estamos por detrás del balón y no hay espacio para progresar (repliegue); lo que es una defensa posicional, ni más ni menos. A esto hay que añadir las acciones de saque de meta, pues son habituales, tanto con balón como sin él, para plantear la presión al rival con balón o cómo poner el balón en juego (a esto le llamamos inicios, ya sea en ataque o en defensa). El balón parado, por su parte, ya sea en saques de esquina, tiros libres o saques de banda, se trata en conjunto. No deja de ser, esta, una manera de comunicarse. Un lenguaje común. Unos códigos. Unos términos que utilizamos en el día a día para saber a qué nos referimos.
A la hora de entrenar, estos términos vuelven a aparecer, y las tareas para el desarrollo y la mejora del juego colectivo, ya sea con balón o sin él, ya sea en espacio reducido o cercano al de competición, en inferioridad o superioridad numérica o, simplemente, con menos efectivos por equipo, requieren de especificidad para que esas transiciones o, en definitiva, cualquiera de las otras situaciones, momentos o como queramos llamarlo, durante el juego, aparezcan de una manera transferible a la manera en que aparecen en competición. Ya sea partiendo de un saque de meta (o cualquier otro balón parado) o de una defensa posicionada entre balón y portería, las tareas deben tener continuidad para que aparezcan esos contrataques, esas transiciones, de modo que el futbolista se adapte a posicionarse de la manera más eficaz para recuperar el balón si es que lo pierde, o para progresar y marcar si es que no lo tiene y lo recupera. Y esa repetición de la conducta de prepararse para lo que venga luego puede convertirse en un hábito, en un patrón que se fije casi de manera automática, si es que cada acción tiene continuidad sin pararnos en comienzos cerrados y finales de cerrados de fases de juego separadas. No puedo ver el juego de otra manera que no sea un continuum. Pero no sé explicar la realidad si no hay un principio y un final. Quizás eso hace que enfoque la práctica, el entrenamiento diario y la puesta en común de la información a través de esta metodología y didáctica . Acertadas o no, ahora mismo, entendiendo cómo funciona el aprendizaje, siento que son las más efectivas para ser competitivos a la hora de jugar. Abierto estoy a cambiar de enfoque.
¿Existen, pues, las transiciones?¿Es útil el concepto para expresar lo que pasa en realidad?¿Qué transferencia práctica tiene en el día a día?¿Cómo entrenar para que, cuando se pierda o se recupere el balón, la efectividad aumente?¿Cuál es el aprendizaje significativo realmente?¿Qué extraigo yo de todo esto? ¿Estoy limitado a la hora de expresarme para poder comprender la realidad como un todo? Preguntas, todas estas, que solo ponen de relieve mi ignorancia, pues soy consciente de que pienso que lo que comparto en las líneas anteriores es la mejor idea para este caso y, sin embargo, sé que otros muchos colegas, tanto a nivel teórico como práctico, tienen éxito con ideas antagónicas; preguntas, sin duda, que ponen de relieve la sabiduría de aceptar que mis creencias son falsas, y que su revisión y puesta en entredicho reflejan que no sé realmente nada. Preguntas. Nada más. Preguntas sin respuesta. Una respuesta que, quizás, esté tan solo en el propio cuestionamiento de las cosas, sin buscar respuesta alguna puesto que, al cuestionárselas, las propias dudas se resuelven por sí solas. ¿Tú qué crees?
Que tengas una feliz semana.
Mucha Vida. Mucho Amor. Mucho Fútbol.
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