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Foto del escritorDavid Doniga Lara

¿Puede seguir mejorando el futbolista profesional?

Así rezaba la pregunta abierta a los entrenadores a los que se convocaba al Football Coach Summit de 2019 organizado en Barcelona la semana pasada. Técnicos de élite españoles y europeos como Juan Carlos Unzué, Iagoba Arrasate, Nena Bjelica o Míchel Sánchez se reunían para disertar sobre la cuestión núcleo del congreso. Entre la audiencia, entrenadores de todas las categorías y ligas españolas y extranjeras, masculinas y femeninas. Aprovecho la temática para abrirte el debate. ¿Puede seguir mejorando, pues, el futbolista profesional?


Si bien puede ser parecido al tema sobre el que escribía hace ya varias semanas y en el que desarrollaba la idea de lo que es y lo que no es entrenable, esta argumentación sobre la mejora del futbolista profesional promete ser diferente. Parte, de hecho, desde otro punto de partida. Sin embargo, como casi siempre, con más dudas de certezas. Responderé, en muchos de los puntos derivados de la idea principal, a la gallega.


¿Qué es mejorar? Sin meterme en debates lingüísticos (de verdad que no es la idea), me parece importante definir lo que es. Podemos enfocar el término desde un punto de vista absoluto o relativo; objetivo o subjetivo. Mejorar, en términos objetivos, puede estar alineado con lograr resultados "mejores" que los anteriores. Esos resultados, en puntos, goles, pases completados (por poner ejemplos claros, estadística) son fácilmente objetivables: más o menos que la última vez, más o menos que la media...sin embargo, mejorar puede ser algo menos conciso pero también objetivable, al menos en parte. Podemos decir que sería que mis acciones tuvieran un resultado diferente al que han tenido hasta ahora. Ni mejor ni peor, solo diferente. Consecuencias que nos pueden agradar para seguir haciéndolas (mejorar) o desagradar y, así, llevarnos a no querer repetirlas (empeorar). Pero digo más: mejorar puede ser también poner una referencia (qué es lo bueno, qué lo malo) y buscar que nuestras acciones logren lo que esa vara de medir nos marca como bueno. ¿Por qué no? Y no sigo para no extenderme. Conviene, a mi parecer, pues, definir mejora. Y no por su sentido etimológico, sino por practicidad. Al fin y al cabo, queremos mejorar para algo...¿O no?

¿Puede seguir mejorando el futbolista profesional? Antes de entrar en para qué queremos mejorar, hay que plantearse si de verdad se quiere mejorar. Dependiendo de qué sea la mejora, habrá quien no quiera salir de su status quo, de su zona de seguridad. ¿Acaso los que mantienen un nivel alto siempre se equivocan por no querer mejorarlo, si eso les sigue dando resultados? Un jugador que marca los mismos goles que la temporada pasada, pero es máximo goleador, ¿necesita mejorar? ¿O acaso un jugador  cuyo equipo es campeón y, siendo titular indiscutible, obtiene estadísticas individuales peores que las de la temporada pasada, no puede sentirse tranquilo por haber conseguido el objetivo colectivo?¿Acaso no era el objetivo del grupo? Y es que el "para qué" es muy importante (como en la vida). Mejorar para ser profesional, para ir a un equipo mejor, para llegar a la selección...o, desde otro prisma, mejorar para desempeñar su labor de manera efectiva, para sacar más rendimiento a sus cualidades, para disfrutar más del juego, para divertirse, o ¡para ser feliz, por qué no!, pueden ser para qués; igual que jugar por jugar, sentirse a gusto consigo mismo por el mero hecho de hacer las cosas que realmente siente. ¿Quién tiene derecho a juzgar lo que mueve a un ser humano que hace del fútbol su modus vivendi?


Se pone complicada la cosa, ¿verdad? A estas alturas de post, abrir cada "melón" me va costando el dejar abiertas líneas de pensamiento que me dirigen a otras y que, por supuesto, no soy capaz de cerrar. Ahora la cabeza me lleva a lo que, en la práctica, supone todo este cuestionamiento. Al fin y al cabo, abordar esto por parte de los entrenadores tiene el sentido de ponernos al servicio del futbolista para que le ayudemos a eso que cada cual valora como mejorar. Y para que el jugador encuentre el contexto donde se dé eso, sea lo que sea una mejora, se requiere de muchas cosas por nuestra parte: lo primero de todo, la humildad para aceptar que no sabemos hasta dónde será capaz de llegar cada jugador. Asumiendo eso, abrirnos a que el propio jugador se exprese libremente exige generar situaciones de entrenamiento propicias para ello. A veces queremos sujetarles a un sistema, a un modelo, y no permitimos que jueguen libres, recibiendo nosotros de su propio juego información para volver a ponerlos en condiciones de seguir creciendo; ellos, la mayoría de las veces, son los primeros jueces (y los más duros) con su propio potencial y las profecías autocumplidas pasan a ser protagonistas de sus carreras. Mostrarles un "espejo" de sí mismos, de cómo se autolimitan (en posiciones, funciones, movimientos, demarcaciones) para seguir haciendo lo que les ha funcionado hasta ahora, evitando que puedan experimentar lo que, por qué no, puede hacerles pasar a un nivel superior, es también darles un contexto para el cambio. Se hace necesario la escucha activa, la atención plena, la observación consciente, el cuestionamiento de dogmas, el feedback adecuado, el momento oportuno...todo esto, en resumen, características de un entrenador, a mi parecer, en disposición de hacer de las versiones actuales de sus jugadores el caldo de cultivo de los nuevos "yoes" de cada uno, de las evoluciones en el plano profesional, sea lo que sea eso de mejorar.


Yo, como entrenador, puedo asumir esta responsabilidad. Y a mis colegas me dirijo. El jugador tendrá que asumir la suya. De entre todas las cosas que escuché en el enriquecedor día de congreso, quiero rescatar algo de Nena Bjelica por la resonancia que me produce: los equipos son un reflejo del entrenador que los dirige. Nosotros, como entrenadores, sin lugar a dudas (al ser humano le ocurre en general: no iba a ser menos el fútbol) tenemos solo la posibilidad de producir cambios en una sola persona, que no es otra que nosotros mismos. Parte de ahí el cambio que encontraremos en los demás. Y ahí, por otra parte, acaba nuestra responsabilidad de cambio (no nuestra responsabilidad en otras labores, ojo). Querer cambiar al otro es un acto de egocentrismo, de falta de humildad. Pensar que sabemos lo que le conviene al prójimo es una trampa del ego. Los efectos que producimos en los que tenemos al lado son fruto de nuestro cambio personal hacia otra versión de nuestro yo actual, y esos efectos no deben ser un objetivo, sino una consecuencia, pues el mero hecho de querer evolucionar, de querer mejorar nuestra propia versión actual tiene su sentido en el propio hecho de hacerlo, no en obtener resultados de ello. La maravilla (y yo ya lo he notado, aunque no tenga forma de demostrarlo: lo siento), es que cuando el cambio lo produces en ti, para ti, y por ti, ese cambio se produce en tu realidad y, de manera inevitable, en los otros. En tu familia, en tu entorno y, entrenador, como no, en tus jugadores.


No me atrevo a cerrar nada. Dejar todo abierto, cada vez más, me resulta menos problemático. Siembro en ti la semilla de una respuesta diferente, de unas preguntas alternativas, de una reflexión divergente. Dejo para ti la pelota, en tu tejado, para seguir mejorando. Mejorando tú. Facilitando el contexto donde mejoren tus jugadores. Porque los profesionales siempre pueden seguir mejorando. Y si no, fijémonos en los mejores. Si Messi o Cristiano lo siguen haciendo, ¿cómo van a haber llegado los demás a sus límites? David Goggins (autor de Can´t Hurt me) asegura que cuando crees que ya no puedes más, todavía tienes fuerzas para un 40% más de exigencia. ¿Te has preguntado alguna vez hasta dónde más podrías llegar en esos momentos en los que tu inconsciente te dice "No puedo"?


Que tengas una feliz semana.


Mucha Vida. Mucho Amor. Mucho Fútbol  

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