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¡Pues ya estaría!

A lo tonto, a lo tonto… veintidós programas. ¡Se dice pronto! Y eso que empezábamos de aquella manera, imitando un poco la tendencia general (los “directos” de Instagram), aportando el granito de arena a la situación general, dando contenidos a los entrenadores y aficionados que nos vieran que pudieran transmitirles experiencias significativas de profesionales con recorrido en la élite… Pero de aquella manera era poco.  Supongo que será que cada uno es como es, y yo sentía que había que hacer algo más. La esencia no se puede trascender y hay que aceptarla. Tiene pinta de que tampoco conviene nadar a contracorriente. Si de verdad se acepta lo que cada uno es en su capa más profunda, en la pura raíz, también tiene que amarse lo que se encuentra en esos rescoldos del Ser, adheridos al esqueleto del alma. 

Hay quien no puede dejar de ser meticuloso. Provenga de donde provenga esa meticulosidad, con lo recorrido en la mano, yo puedo asegurarte que ya no tengo los “TOC” que tenía antes. Al menos, no tantos. Y, también seguro, te digo que ya no me provocan la incomodidad de antaño. Desde cerrar todas las puertas antes de dormir a ordenar por tamaño los cuadernos del pupitre, la mayoría de las molestias que me generaban banales situaciones cotidianas como esas u otras más peregrinas (en verdadera abundancia) han ido dejando de ser tales y me permito vivir con ellas, sin dejar de ponerles atención, eso sí, pero sin alterar el curso normal de un día cualquiera; sin afectar más allá, si es que una cosa realmente importante cobra protagonismo en la necesidad de que le preste toda mi atención, por ser concreto. Este ejemplo, relativamente exagerado de un comportamiento neurótico, puede ilustrarte lo que pretendo transmitirte en eso de la esencia: la cabra siempre tira al monte.

Uno se va conociendo. Cuando llevas tantos años contigo mismo, mucho tienes que adornar un discurso para creerte tus propias mentiras. Aunque a veces me tire faroles o me intente meter alguna trola, cada vez es más difícil que me las “cuele”. Ese maquiavélico juego del Ego de venderte cualquier moto para justificar a posteriori una actuación concreta, la que sea, solo tiene cabida si le damos pie a ello desde la inconsciencia, desde la descarga de la responsabilidad en lo de fuera, desde la inmadurez de la conciencia. Si somos honestos, qué vamos a hacerle: somos como somos, por algo y para algo, y en nuestra evolución iremos tocando piezas y sumando cosas, pero no podremos cambiar lo que llevamos grabado a fuego. Quizás eso, lo que llevo a fuego yo, se ha manifestado en estos dos meses de confinamiento. Y, seguramente, en este invento del #FútbolDesdeCasa se haya notado ese ánimo, a veces enfermizo, de avanzar, de corregir detalles que pueden hacerse de otra manera, de aprender a transmitir de una forma útil para el que está enfrente, de ponerse al servicio de los demás para aportar valor.


Comenzaba con un directo de Instagram porque era fácil, rápido, práctico. En una hora seguida de conversación podíamos sacar buenas ideas. Y, además, durante las veinticuatro horas siguientes se podía grabar la pantalla y subir al canal de Youtube. Y todo prácticamente sobre la marcha, con lo justo. Bien, ¿no? Pues no. La pantalla vertical, dificultad para capturar la imagen, poca proyección televisiva… Se puede hacer mejor. Le metimos una cabecera de entrada, una de salida, pero no me acababa de convencer. Siguiente paso, una videoconferencia. Si encontrábamos la manera de capturar la imagen podríamos hacerlo en directo, ¡y quedaría grabado directamente en el propio canal de Youtube! Pues costó, pero se consiguió. La cosa tenía otra pinta. Al espectador le permitía visualizar al ponente en pantalla completa, la imagen y el sonido eran adecuados. Bien, ¿no? Pues no. “Una cabecera sin música queda sosa, triste”; “podríamos poner un rótulo del programa, que se sepa que estamos en #FútbolDesdeCasa…”. Ahora sí que sí. La cosa tenía ya una pinta más cercana a lo que se ve en la tele, a una producción profesional (con lo poco de lo que disponíamos). El programa de la Generación del 81 del Real Madrid y Vicente del Bosque provocó otra pequeña revolución. Meter en una videollamada a dieciocho personas a la vez requería un soporte con más estabilidad, así que, ¡a comprar una licencia de Zoom, el programa que se ha hecho popular en este confinamiento, y a meter a todos a la vez haciendo dos horas y media de programa con cantidad de detalles para la reflexión y el aprendizaje! Y suma y sigue: las escaletas perfectamente minutadas, las opciones de poner fondos de pantalla del programa, el cuidado de la luz y el sonido, las conexiones, los vídeos de presentación de los invitados, la utilización de pizarras técnicas para explicar cortes de clips editados por los mismos invitados…Tengo que reconocer que sigo sin estar contento del todo, pero eso ya me lo tengo que “currar” yo con mi cabeza. Con los mimbres con los que contábamos, y sin experiencia en la materia, solo puedo reconocer que me ha gustado lo que hemos hecho y que me alegra lo que ha salido de todo esto: más de cuarenta horas de experiencias técnicas con práctica y concreciones de profesionales de élite del fútbol español. Para ti. Para que los disfrutes, aprendas y puedas aplicar lo que surja de ese conocimiento en tu propio desempeño, trabajes en donde trabajes.

No me quiero olvidar de dos cosas en las que muchos amigos han insistido ante mis “lloriqueos” sobre si estaba siendo interesante o no la aportación: el contenido y los invitados. En cuanto a lo primero, todos los que me han hablado del programa, sin excepción, han hecho hincapié en que el contenido era lo verdaderamente importante y que en eso puedo estar tranquilo, pues los invitados han dejado cosas de un valor incalculable, se han mojado, han sido directos, han puesto ejemplos prácticos y han mostrado su verdad; y lo primero me lleva a lo segundo, pues ese contenido es gracias a los propios  invitados, de un nivel profesional altísimo y de una calidad humana por encima, aún, de su profesionalidad. Por eso, a todos, gracias por vuestra participación, de una implicación máxima sin pedir nada a cambio.


Que si “esto no se ha visto correctamente”, que si “ he entrado un poco tarde”, que si “me he olvidado de mencionar tal cosa”, que si… Aprovecho estas últimas líneas para enfrentarme a mis miserias y darme cuenta de que ese nivel de autoexigencia es positivo si me impulsa a seguir evolucionando, mostrando una versión superior a mi versión de ayer, cada día, pero que puede ser muy tóxico si me quedo en lo que esperaba que saliera, en lo que se pudo hacer y no se hizo o en los errores técnicos que haya podido cometer.

Que la esencia del detallista, del meticuloso, del que quiere dar lo mejor de sí mismo en cada acción, me acompañe y me haga disfrutar de cada labor con la atención de un niño, con la presencia del que no tiene nada más que el momento presente.



Es lo que hoy deseo, y a ti te deseo que encuentres tu camino. Es lo que hoy te deseo y lo que hoy te escribo.

(Manolo García)


Mucha Vida. Mucho Amor. Mucho Fútbol




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