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Que viene, que viene

Era divertidísimo cantar el “Que viene, que viene” como preludio de la más soberana gilipollez, del vacile al más “pintao” o de la celebración de algo incipiente. En el fútbol, por encima de todo, es un cántico que todos hemos coreado y que con otros quince o veinte compañeros o amigos es sinónimo de alegría y de jolgorio. ¡Qué momentos tan felices me ha brindado este deporte! Esos cánticos, los coros y danzas de las aficiones, han sido la banda sonora de la infancia que se quedó para siempre a vivir en el hipotálamo, grabada, sin posibilidad de borrado de manera consciente y con apariciones estrella inconscientes en los momentos menos oportunos. Tarareando esa "puta" melodía (ponle la que más te “afectara” a ti) te encontrabas a ti mismo, de repente, sin poder quitártela de la cabeza, como si de una cinta, de las antiguas, donde grababas películas míticas, a la que le hubieras quitado la “pestañita” para que nadie pudiera grabar encima se tratara. Si te acuerdas de esto, por cierto, es que tienes más de treinta y cinco, compañero. Disfruta de tu madurez.

Se reanuda el fútbol sin cánticos, sin coros, sin danzas, sin nada que se le parezca a lo que tiene gracia en un estadio. Si algo destaco del fútbol profesional es lo divertido que es salir a un campo a la “batalla” con gente animando, presionando, cantando o, simplemente, respondiendo a cada estímulo de manera visceral e inconsciente ya sea a través de gestos, exabruptos, o expresiones de alegría y tristeza; si por algo me gusta dedicarme al fútbol profesional es por el día de partido: por la salida en silencio y concentrados del hotel, por el trayecto en autobús saludando a los coches que adelantamos, guiados por la policía, por la llegada a un estadio con aficionados en sus aledaños que, de manera festiva, celebran con amigos una tarde de diversión y sentimientos compartidos… Y por el túnel, por la salida al calentamiento, por la entrada a vestuarios, por el himno a capella, por los gritos, por las risas, por los aplausos, por la emoción, por los pelos de punta, por ser el centro de todo por un instante y, la vez, una pequeñísima parte de un todo descomunalmente grande…

El fútbol es de los futbolistas, sí, pero solo tiene sentido si hay alguien que lo está mirando. Y en vivo, claro. No te voy a decir que si nadie lo quisiera ver no se siguiera jugando. Qué va. Seguramente, en mi fantasía, un fútbol donde la gente quisiera practicar sin mayor ánimo que el de divertirse jugando acabaría, inexorablemente, arrastrando a gente a observarlo. Bien porque ya son suficientes en el campo y no pueden entrar más, bien porque no están en condiciones de jugar en ese momento, alrededor del campo, de la pista o de la cancha, se arremolinarían amigos o simpatizantes de los jugadores para, sintiéndose identificados con unos u otros, formar parte del juego desde otro prisma con el deseo de que los suyos salgan vencedores. En un fútbol en el que queremos que los jugadores sean del mayor nivel posible, requiriendo dedicación exclusiva, tratamientos hiperprofesionales y entrenamientos que les hagan rozar sus límites, el público pasa a ser el motor de una economía que requiere de las entradas y el pago de las plataformas de televisión para encender la maquinaria. Y si hablamos de todo lo que rodea al espectáculo que depende de él, con mayor motivo para seguir alimentando el sistema establecido.

A nivel deportivo, aparte de la tristeza de jugar para nadie, pienso que los resultados van a ser sorprendentes. Habrá jugadores que se vengan abajo al no tener a quién ofrecer sus mejores jugadas y habrá quienes se sientan más cómodos sin la presión de aquellos que, otrora, le pitaban al recibir el balón. Cambios, sin duda, en todos los sentidos, para un nuevo fútbol. Un fútbol diferente que puede estar bien para un “rato”, para acabar esta temporada maldita por el COVID 19 en mitad del año 20, pero no para siempre. Lo mismo hasta puede ser curioso ver partidos en directo sin gente en las gradas, sin ser como hasta ahora partidos aislados aplazados por disturbios o sanciones.

Sea como sea, se viene ya, en España, este fútbol de butacas vacías y contacto cero. Disfrutemos de la experiencia. No queda otra, ¿no? Si solo existe esto, será porque es perfecto para nuestra evolución. Nos vemos por la tele. ¡Que viene, que viene, eh, eh!

Que tengas una feliz semana.

Mucha Vida. Mucho Amor. Mucho Fútbol

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