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Surgido para confundirnos

Tanto Chomsky como Pinker (leer La tabla rasa o El instinto del lenguaje) o Robert Kurzban (Por qué todos los demás son hipócritas) coinciden en que el lenguaje sirve para entendernos pero, sobre todo, para confundirnos. Su explicación versa sobre el origen del mismo, la comunicación para la supervivencia. Una comunicación verbal o no que, mediante el engaño (o autoengaño, es decir, una valoración de nosotros mismos que nos permita protegernos ante los demás, ya sea para destacar, integrarnos o pasar desapercibidos en el colectivo, en función de lo que sea necesario en ese momento), nos ayuda a conservar la vida. Desde los animales que engañan para que sus presas "muerdan el anzuelo" creyendo que son otra cosa (una planta, una piedra, otra presa...) hasta una mentira piadosa que puede salvarnos de una situación comprometida, una infinidad de grises llenan el espacio entre estos dos polos con un único objetivo. Simplificar los amplísimos estudios de estos científicos y lingüistas en torno al lenguaje y la evolución a una reflexión, y nada más, es reduccionista al máximo por mi parte. Lo hago adrede para inmiscuirme en un tema que, desde siempre, ha ocupado un espacio de interés muy amplio en mi vida: el uso del lenguaje.

En el fútbol, lo que me trae por estas líneas, ese engaño al que hacía alusión, en mi opinión, debe quedar para todo lo que se dé en el terreno de juego, para el rendimiento deportivo en el cara a cara con el rival. En el resto, sobre todo en la comunicación entre jugadores, entrenadores, aficionados y periodistas, entendernos sería clave para un día a día más llevadero. Al final, se trata de ser feliz. Y, para eso, entenderse ayuda a comprenderse. Pero si ya, por un lado, comunicarse siempre es difícil (de lo que piensa el emisor a lo que expresa ya hay una variación grande que, al transmitirse, dependiendo del canal a través del que se haga, puede aumentar; y si entramos en lo que el receptor recibe y, de lo que recibe, en lo que interpreta, terminamos comprobando que nunca llega lo que en origen se pretendía transmitir), por otro lado, los que estamos en el fútbol no lo ponemos fácil con el vocabulario, la gramática y la sintaxis que utilizamos cuando hablamos de nuestro deporte en cualquier contexto.


Por qué surge esta cuestión


Como jugador no tenía muy claro un vocabulario técnico universal. Cada entrenador, aficionado o periodista utilizaba una jerga. De hecho, fueron los medios los más influyentes en mi entorno futbolístico a la hora de hablar técnicamente. En aquellos tiempos aún no había muchos entrenadores con licencia y la mayoría tenían una prodecedencia más autodidacta, más fruto de su experiencia. Fue con la carrera de INEF y la formación para obtener la licencia de entrenador (para las cuales la Escuela Nacional de la RFEF preparaba los contenidos) con lo que empecé a manejar un vocabulario universal en castellano donde todos, técnicos, jugadores, periodistas y aficionados, teníamos la oportunidad de llamar a cada cosa por su nombre. Sin centrarme nada más que en conceptos para definir aspectos técnicos, tácticos o estratégicos, ya fueran con o sin balón, tengo que decir que es algo que considero imprescindible a la hora de que los jugadores entiendan a sus entrenadores, puedan resolver situaciones entre ellos, se pueda aprender (a través de charlas o textos), se pueda entender al emisor a través de los medios por llamarle a la misma cosa con el mismo nombre...Sin embargo, no es algo que haya terminado de cuajar. Al contrario, creo que ha tomado el rumbo opuesto.


En mi serie de libros sobre planificación es un tema que toco como primario. Al fin y al cabo, todos los que nos hemos formado como entrenadores partimos de la misma base, pues la Escuela Nacional de Entrenadores creó los contenidos que aún se siguen utilizando. A pesar de que seamos más o menos críticos con ellos, con su evolución, con su tratamiento de la complejidad, de la incertidumbre o su sistema cartesiano de enseñanza, nadie puede restar el mérito a ponerle un nombre a cada cosa. Principios ofensivos y defensivos, así como fundamentos técnicos o de táctica individual y colectiva fueron organizados en un trabajo, para mí, excelente. Y, con la complicación que supone, a nosotros nos hace sencillo la comunicación pues nos sitúa a todos en un mismo punto de partida. ¿Por qué complicarlo más?


Alternativas y soluciones


Seirulo y Vilà, dos eminencia del fútbol español a los que he tenido la fortuna de conocer y con los que he compartdo algunas horas de conversación, tienen un enfoque diferente acerca del juego. Creadores de la metodología del FC Barcelona (Paco, en concreto, uno de los padres de la aplicación al deporte de la complejidad, la Teoría de los Sistemas, la física cuántica y rompedor con los viejos paradigmas de aprendizaje- enseñanza), se alejan un tanto de la terminologíca bélica (ataque-defensa, contrataque o repliegue, por poner algún ejemplo) para hablar en términos más relacionados con el entorno del balón. Una propuesta compleja de gran valor y con un sentido de la realidad que tiene por objeto definir lo que ocurre sin separar en partes, conteniendo todo; y tengo que hablar de las aportaciones de la escuela de Vítor Frade a la hora de hablar del entrenamiento de fútbol en la Periodización Táctica. Ambas, sin duda, evoluciones específicas hacia lo que es el fútbol separadas de la terminología de los deportes individuales que aún se siguen usando (macrociclos, mesociclos, microciclos, cargas...). Pero no me quiero alejar de ese lenguaje más común, que también es de la calle, ese que puede usar el niño en el colegio con sus amigos, el periodista cuando informa, o el aficionado en el estadio. Que todos llamemos "cambio de orientación" a la acción que permite llevar el balón al lado opuesto cuando el juego se orienta hacia un lado tiene sentido, ¿no? Lo mismo con una permuta, un desdoblamiento o el tiempo de descuento. Lo que sea.


La universalización de los términos con trabajos que ya se han hecho (insisto en los ejemplos de la RFEF, o de Seirulo o Frade) para que todos hablemos de lo mismo y la construcción de oraciones con las reglas del lenguaje (menudo avance: hablar y escribir correctamente nuestro idioma...) nos permitiría no tener que interpretar lo que se dice (o, al menos, hacerlo poco). El ego vuelve a ser protagonista en aquel aficionado, técnico, jugador o periodista que quiere destacar por la manera de comunicar en lugar de por el contenido. Cuando en lugar de usar la terminología que ya está en uso para un determinado concepto, adorna su dialéctica con imágenes o metáforas para denominar aspectos del juego que ya tienen su denominación; cuando construyen de manera completamente anormal estructuras gramaticales que no tienen sentido en el contexto en el que se habla. Si lo que importa en la comunicación es que el contenido del mensaje llegue, vayamos al grano. Además, el mensaje que se fija, el que queda grabado en el cerebro del que escucha, del receptor, es aquel que transmite pasión. La pasión del que habla, del que se expresa. Y para eso, a veces, no hay ni que mover los labios. Pero bueno, ya que estamos disertando sobre los que los mueven, dejo claro que para transmitir ese mensaje con pasión no necesitamos ni retórica ni contrucciones complejas. Solo algo que sentimos, nuestro, que nos emocione. Y sencillo.


A un gran comunicador, autodidacta en Oratoria Moderna, licenciado en Filosofía y profesor de universidad, Ángel fuente, le escuché decir que la charla con mayor impacto que ha escuchado la dio un chico analfabeto, de estrato social bajo. Y tuvo tal impacto porque el mensaje llegaba, porque transmitía claramente lo que estaba en su cabeza, porque expresaba emoción, sentimiento, algo que llevaba dentro. Y porque se entendía con facilidad. El lenguaje es cosa de dos, y hay que aprender a escuchar a la vez que hacer por entenderse, lo que implica ponerse en el lugar del otro. Quizás ahí esté la clave: comprensión. Hablar un mismo vocabulario, para empezar, sencillo y que conozcamos todos; utilizar el castellano de la RAE para estructurarlo (el que todos hemos aprendido en el colegio); y transmitir pasión en lo que comunicamos. Si lo que vas a decir no es más bello que el silencio...


Que tengas una feliz semana.


Mucha Vida. Mucho Amor. Mucho Fútbol

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